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Porque hay una historia que se repite y repite. Y aunque este galguito nunca llegó a tener un nombre, le llamaré Olvido.

Olvido caminaba por una carretera muy concurrida, había sido descartado por su dueño porque no cazaba, o porque no corría, o simplemente porque tenía muchos y Olvido no le servía.

En su caminar, Olvido fue atropellado por un coche que no paró a socorrerle, herido y dando tumbos siguió andando por la misma carreta… toda la noche…

A la mañana siguiente Olvido fue atropellado por otro coche que tampoco se detuvo, pero esta vez cayó en una zanja al lado de la carretera, una zanja llena de agua de la que no pudo salir.

En su agonía alguien se detuvo a socorrerle pero no pudo hacer mucho por él, llamó a una voluntaria de una asociación y ésta, al ver que nada podía hacer sola, llamó a un veterinario que le ayudó a sacar a Olvido de ese sitio. Pero ya era muy tarde, Olvido estaba hinchado y destrozado por dentro, vivo, pero sufriendo. Sólo pudieron hacer que dejara de sufrir y tuviera una muerte digna.

Esta voluntaria se quedó con él hasta que se durmió, fue el único momento amable en la vida de Olvido.

Sin embargo, desde el día anterior,  unas personas en una gasolinera cercana habían seguido las desventuras de Olvido, habían llamado a la policía y ésta había acudido y visto la situación en la que se encontraba, pero nadie hizo nada por él.

Y esa es la historia de siempre, mucha gente ve un perro abandonado en la carretera, y mucha otra los abandona. Pero es muy poca la gente que hace algo al respecto y este hacer algo no es llamar a otro para que haga, sino hacerlo por uno mismo, por solidaridad, por humanidad, por sensibilidad.

¿Hemos perdido la capacidad de ser caritativos, o es que ya nada toca nuestra fibra sensible?

Las asociaciones se saturan de llamadas con avisos diciendo que hay un perro abandonado o herido aquí y allá, pero son muy pocas las llamadas de gente ofreciendo ayuda, y cada día son más los perros y gatos abandonados, heridos, descartados, maltratados, que como el protagonista de esta triste historia, quedan en el Olvido de la que una vez fue su familia.

Los regalitos de reyes de muchos niños mueren de pena en las perreras, de enfermedad en la calle, de atropello en las carreteras, y ese niño nunca se entera de la mala suerte que corrió su juguete cuando él se cansó de jugar.

Puedo contar una historia cada día y no me alcanzarán los días para presentaros las historias de abandono, de maltrato, de miles de Olvidos que cada año mueren y padecen muy cerca de la casa de cada uno de nosotros. Muchos pensamos que esto debe de cambiar… pronto…

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