Cuando un perro es maltratado, al igual que un humano, algo se rompe en su integridad, su identidad se parte y así el maltratador consigue su misión. Un perro, al igual que un humano, obedece a su maltratador porque ha quebrado su voluntad.

Cuando rescatamos un perro, no sólo curamos sus heridas, tenemos que ayudarle a recomponerse, a volver a juntar las partes en las que su intimidad se ha visto destrozada. No es fácil, es lento. Y siempre depende de ellos que puedan volver a ser los perros que eran antes del maltrato.

Estos perros necesitan que nosotros les acompañemos en este proceso, de una manera seria y respetuosa, esperando cuando esperan, andando cuando andan, animándonos cuando se animan y deteniéndonos cuando necesitan detenerse. Así su universo empieza a reorganizarse de nuevo.

Por eso, cuando tengas en tu casa a un perro rescatado del maltrato, nunca pierdas de vista que ha sido humillado, no creas que se deja hacer porque es bueno y te agradecen que lo rescate. Él se deja hacer porque su voluntad ha sido quebrada, sé respetuoso con eso. Mucho tienes que andar con él y demostrarle que puede confiar en ti para que su obediencia y sumisión pase a ser verdadera. Que pase de dejarse hacer por no tener voluntad para resistirse a dejarse hacer porque confía en ti.

Sé respetuoso, no le humilles, no te rías de sus gestos, no ahondes en la herida que ya tienen abierta. Camina con él y él caminará a tu lado.