Pues sí, muerto el humano se acabó la idea, porque somos una sola cosa cuerpo, idea, finalidades. Lo que hace tope es la finitud.
Todas las conductas, sueños y vivencias, tienen su tope en ese fin, impredecible, y desesperante.
Digo desesperante porque es lo que ha hecho que el hombre (genérico) intente encumbrarse en un sitio diosístico, desde donde poder decir ‘puedo no morir’.
Es el conocimiento de la propia muerte la que dispara las ideas, y también el cuerpo hacia la búsqueda de algo más allá donde, en realidad no hay nada.
La realidad, material, real o soñada, ya demostró Freud los efectos idénticos que se desprenden tanto de lo vivido como de lo soñado, o fantaseado. Todo encuentra su tope en la muerte.
El ser humano consiste en eso en ser para morir, sin embargo la idea de ese desconocimiento, de ese no saber qué hay más allá sabiendo que no hay nada, ese conocimiento del desconocimiento es lo que impulsa al ser humano a lo más elevado.
Lo más elevado es lo más humano, la comprensión y aceptación de la finitud de la propia vida.
Este conocimiento se hace insoportable y hace girar al ser humano en un mar de ideas idealizadas. Y consigue guiar a las personas , sujetos de su inconsciente, en un ir y venir de lo espiritual a lo terreno, cuando la realidad es que no hay más que cuerpo, y ni siquiera es algo estático, ni definido, ni inmutable.
El cuerpo es lo real, y todo lo que en el acontece, y todo lo que le atraviesa, incluida, por supuesto, la palabra. Esa palabra que creemos venir de dentro, esa palabra que viene de otros que nos atraviesa, nos constituye, y hasta construye nuestro ser, esa palabra foránea interiorizada, también habla de la finitud, del no poder nunca alcanzar la realidad, porque la realidad es, y no se puede aprehender más que en el instante que ya ha sido.
Seres de paso, nuestro presente no existe, sólo podemos dar cuenta de nuestro pasado, y fallamos, los recuerdos ‘nos traicionan’, la certeza está excluida, porque no podemos revivirlo, es inaprensible.
Quizás sólo seamos una palabra, qué más da, lo que no da igual es que morimos y morimos, no paramos de morir.
La idea de la vida es la que nos libra de nacer muertos, si vivimos es porque una palabra nos sostiene.
Las conductas son sólo una cuestión de idiosincrasias, porque se aprenden, por imitación. Todos somos locos en cuanto nos transculturamos e intentamos vivir donde hay costumbres diferentes a las nuestras.
Un saludo
Marité