Los tiempos de espera son largos y aburridos, el más relajado duerme, el más nervioso roe lo que tiene a mano. Son tiempo que no pueden medirse, duran una o 24 horas, da igual, son igualmente huecos.
Todos esperan, unos mejor que otros, esperan pero no saben qué; que termine ese momento raro, sin gente que les hable, sin poder correr. Uno tiene sed, el otro un poco de hambre. A alguno le ha crujido la tripa y otro se ha hecho pis. Pero ninguno puede hacer otra cosa que esperar.
Son tiempos de espera, pero también son tiempos de cambios, tiempos que dejarán a tras unos tiempos feos, y traerán unos tiempos lindos.
Pero ellos no lo saben, ni siquiera imaginan que luego de ese tiempo de espera, su vida cambiará para siempre, será mejor, será una vida. Porque todos ellos no han vivido, solo han sobrevivido, han ido haciéndole gambetas a la muerte y ganado la jugada.
Para todos será como un nuevo nacimiento, porque ellos han tenido esa oportunidad, la suerte les ha estado rondando y al final ha llegado el momento.
Muchos no han tenido su oportunidad y otros (la mayoría) nunca la tendrá. La posibilidad de una vida nueva y buena es privilegio de unos pocos, privilegio de aquellos que fueron tocados por la varita mágica del destino que unió sus vidas a alguien que quería verles en otra situación.
Los tiempos de espera son como un parto sin dolor, pero con mucha ansiedad que sólo viven los perros que han conseguido ser adoptados y a los que espera una nueva familia, todos ellos tienen la suerte de pasar su último mal momento, que no duele, pero asusta, y es el tiempo de espera durante el viaje que les lleva a su nueva casa, con su nueva familia, o su primer y única familia.